El duelo arrancó muy táctico, más allá de la novedosa variante introducida por Guardiola con Alves de extremo. Realmente el espectáculo era escaso, no superior al que se pudo ver en uno de los duelos por el descenso. El Madrid apostó por el orden, la casta necesaria para apretar arriba.
El Barça estaba cómodo para ser un clásico, pero lejos de la versión ofrecida en las últimas citas europeas y domésticas. No sufría, pero tampoco mordía arriba. Se quejaba del exceso de ímpetu de Alonso, que se jugó la roja en un par de entradas. Xavi aprovechó una mala salida de la defensa local para hacer una pared con Leo, que la controló con el pecho antes de enviarla mordida a la red con la diestra. Se pidió mano, pero da la sensación que fue con el mismo pecho que mandó la red el tanto que supuso el Mundialito.
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